La gran apuesta unitaria de la derecha
Conscientes de que se trataba de una necesidad imperiosa para sobrevivir, los partidos opositores decidieron jugarse por formar una coalición que actúe institucionalmente con el desafío de tener un proyecto político común que perdure en el tiempo.
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Tomó más tiempo del que estaba presupuestado inicialmente. Es que nunca ha sido tarea fácil para la derecha la unidad, menos cuando le ha costado rearmarse después de la dura derrota de 2013, a lo que se agregó el golpe que recibió, especialmente la UDI, como consecuencia del lío por las platas políticas.
Pero al tomar conciencia de que han permanecido en la irrelevancia desde que asumió el actual gobierno, el ánimo de formar una coalición más amplia que los partidos que conformaban la Alianza fue adquiriendo fuerza entre los dirigentes opositores, quienes percibieron que se trataba de una necesidad imperiosa para sobrevivir.
Con esa disposición, incentivada además por el diagnóstico de lo que ha significado la gestión bacheletista para sus ideas, dieron los primeros pasos concretos, como fue la conformación de un comité ejecutivo compuesto por los presidentes y secretarios generales de la UDI, Renovación Nacional, Evópoli y el PRI, que logró que la oposición comenzara a actuar como bloque, con una mirada común frente al acontecer nacional.
Pero los dirigentes entendían que, pese a dar muestras de un espíritu unitario que se tradujo incluso en la decisión conjunta de bautizar al nuevo referente como Chile Vamos, el esfuerzo no bastaba en la medida en que el conglomerado continuara circunscrito a los partidos, aun cuando no fueran solamente los dos tradicionales.
Es por eso que la idea fue crear una coalición en que además participaran personeros independientes, con la expectativa de que de esa manera se pudiera atraer a quienes no se sienten identificados con los partidos, pero que comparten un ideario común de centro-derecha.
Fue una tarea que no careció de problemas, en parte por la renuencia de algunos sectores partidarios que se resistían a arriesgarse a perder su identidad, pero con la decisión de las cúpulas -a lo que también colaboró el piñerismo- logró concretarse.
El esfuerzo final se centró en la conformación del consejo político que, integrado tanto por representantes partidistas, como por figuras del mundo académico, gremial o social, será parte fundamental de la estructura de Chile Vamos, que nace oficialmente mañana sábado con el desafío de transformarse en un conglomerado que perdure en el tiempo.
El desafío unitario
Quienes están detrás de esta iniciativa asumen que es una empresa compleja, en la que destacan que lo más importante es que se crea una institucionalidad que nunca antes había existido, porque desde el regreso de la democracia, sólo se han unido en un pacto electoral entre la UDI y RN, pero sin un compromiso de actuar de manera conjunta.
Ésa es la gran diferencia, e incluso en esa línea retrucan el argumento de que hubo otros intentos abortados como la llamada Coalición por el Cambio que agrupó junto a los dos partidos principales, también al PRI y a Chile Primero, aludiendo a que ese bloque fue impulsado por Sebastián Piñera como plataforma para su candidatura presidencial en 2009, la que nunca se estructuró ni actuó coordinado, al punto que después del triunfo desapareció.
En este caso, lo que recalcan quienes están en esta tarea, es que la idea de unirse en un referente que tenga estructura, capacidad de tomar decisiones y que además sea amplio, nació de los partidos, lo que en su mirada, le debería dar más consistencia para permanecer, desde el momento en que son ellos los que asumen la responsabilidad de formar una coalición con un proyecto político que perdure.
En ese contexto, además de la creación de una orgánica que contará con un comité ejecutivo, más el consejo político donde se diseñarán los lineamientos y las estrategias conjuntas, le adjudican especial trascendencia a las comisiones que se han estado creando, no sólo para tener una postura compartida en temas de actualidad que les preocupan -entre ellos especialmente el constitucional- sino para que de esos grupos de trabajo en distintas áreas surja el proyecto común al que aspiran.
Pese a estas expectativas, no desestiman, sin embargo, que uno de los desafíos que tienen es actuar unidos, pero dentro de la diversidad, considerando que no en todos los temas existe pleno acuerdo.
De hecho, uno de los principales tropiezos que hubo durante la etapa de conformación de Chile Vamos, fue el debate acerca de si debía incluirse en su documento fundacional el rechazo al aborto, lo que muchos reconocen que causó daño, porque contrastó con la idea de un conglomerado amplio e incluso impidió que algunos personeros aceptaran incorporarse al consejo político.
Por lo que indican algunos dirigentes del bloque, el tema se zanjó al imponerse la tesis de que lo importante es tener un piso mínimo común que interprete los valores de la centro-derecha, pero que permita que se dé la posibilidad de que no todos piensen igual en todos los temas, menos en aquellos llamados valóricos, de manera de no excluir a quienes tienen un pensamiento más liberal, pero que comulgan en lo sustancial con los mismos principios.
Difícil espíritu de coalición
Los mismos dirigentes que han estado impulsando el naciente bloque, reconocen en todo caso que se trata de una apuesta, considerando su incapacidad histórica para ponerse de acuerdo y superar las diferencias.
Es por eso que para no pocos el principal escollo que enfrentará Chile Vamos será cómo compatibilizar el espíritu de coalición que se requiere para subsistir y actuar unidos, con la intención de cada partido de mantener su perfil propio.
En ese esquema, donde la UDI pretende tratar de recuperarse, Renovación Nacional recobrar la hegemonía, mientras los más chicos llegar a ser grandes, el problema que asoma es si serán capaces de pasar el test en que el poder no esté solamente en los partidos, sino que el centro de gravedad sea la coalición.
La duda surge, entre otras cosas, porque pese al ánimo unitario que aseguran tener, una de las dificultades que ha habido se relaciona con los acuerdos para conformar las listas para las elecciones municipales, en lo que aun cuando se concordó tener un candidato único a alcalde, para concejales la decisión es ir en tres listas, luego de que RN se resistiera a pactar con la UDI por la deteriorada imagen de ésta.
Para quienes están apostando al éxito de la coalición, en todo caso, lo más importante es tomarse en serio la decisión de crear una instancia suprapartidaria, que sea donde se puedan dirimir los desacuerdos que surjan entre los distintos partidos, al admitir que es una de las grandes carencias que han tenido siempre como sector.
En esa tarea se estima que debería jugar un papel determinante el consejo político, el cual de hecho, tendrá como primera misión aprobar el documento fundacional que establece en seis ejes los principios básicos por los cuales se deberá regir la nueva coalición. Pero tampoco se descarta, por ejemplo, que en lo más inmediato, dicha instancia pueda revisar los acuerdos adoptados para la elección municipal, si es que considera que estratégicamente no son los que aseguren el mejor resultado.
Como un hecho significativo se destaca que en dicho consejo estén las principales figuras de la oposición, comenzando por Piñera, quién aceptó a último momento como una manera de demostrar lo necesario que le parece tener una coalición fuerte, luego de que fue uno de los puntos débiles de su gobierno.
Paralelamente, el que además estén los otros personeros relevantes de la oposición, como el senador Andrés Allamand o quienes han manifestado aspiraciones presidenciales, entre ellos los senadores Manuel José Ossandón o Alberto Espina, además del UDI, José Antonio Kast, se estima que puede ser una garantía para que ninguno se tiente a actuar al margen del esquema unitario.
Tal como indican desde el interior del naciente bloque político, están conscientes de que enfrentan un desafío tan importante, como complejo, donde lo más importante es que se logre imponer el espíritu de coalición del que han carecido.
Una tarea en que los propios dirigentes saben que de su éxito depende ellos, de la capacidad de liderazgo que tengan, si es que quieren cumplir con la gran expectativa que se han propuesto que es rectificar el rumbo que ha tomado el país, para lo cual entienden que deben mostrar consistencia y credibilidad, lo que implica dejar atrás las rencillas que han marcado la historia de la derecha.